Víctimas de la violencia de género: Tres historias de supervivencia
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Si en algo coinciden estas mujeres es en una primera fase de aislamiento familiar, seguida de empujones y golpes delante de sus hijos
Estas tres hermanas, cuyo apellido era Mirabal, fueron encarceladas en 1960 junto a sus maridos por «atentar contra el Estado», aunque fueron puestas en libertad después, dejando a sus cónyuges en prisión. El 25 de noviembre de ese mismo año, cuando las tres hermanas volvían de la cárcel tras una visita a sus parejas, un escuadrón de la muerte dominicano las interceptó en la carretera. Tras este secuestro, las llevaron a una casa, en la que fueron brutalmente golpeadas para que pareciera que habían tenido un accidente, y posteriormente las asesinaron a sangre fría.
además
Ya en 1981, en uno de los primeros encuentros feministas
latinoamericanos, celebrado en Bogotá, se decidió que, en memoria de las
hermanas Mirabal, este día sería elegido para conmemorar el entonces
llamado Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres.
Posteriormente, en 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas resolvió
que a partir del año siguiente, el 25 de noviembre sería la fecha
estipulada como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia
contra la Mujer, una realidad que ha seguido vigente hasta hoy,
intentando que nunca se olvide la valentía de tres mujeres asesinadas
por el simple hecho de serlo.
Resulta cada vez más probable que cualquier persona sea capaz, a día
de hoy, de saber qué se celebra cada 25 de noviembre, aunque recordar el
por qué de esta efemérides, los hechos y su brutalidad, es quizá un
hecho muy ilustrativo de qué lleva pasando con las mujeres desde que el
mundo es mundo. Mostrar la violencia, no como ejercicio sensacionalista,
sino como manera de acercarse al horror que sufren miles de mujeres
cada año en España, es la motivación que tres mujeres, Eva, María y
Carmen –los tres son nombres ficticios– han tenido para contar a SUR
tres historias de violencia y de terror; pero también de lucha y
supervivencia; de valentía; y sobre todo de espejo en el que fijarse
estas miles de mujeres maltratadas a diario por sus parejas, pero
también de las que no lo son. Al fin y al cabo, esta lacra que inunda la
sociedad y cuyos estudios dicen que va peligrosamente en aumento, no es
cosa de algunos y algunas, sino de toda la ciudadanía.
Pero en esta terrible dinámica en la que muchas de ellas entran sin
poder remediarlo hay otras víctimas. Si en algo están de acuerdo estas
mujeres es en la poca protección que tienen sus hijos, que muchas veces
son obligados por el juez a tener visitas con sus padres denunciados,
una realidad que algunas veces se ha saldado con la violencia y la
muerte contra las menores, ‘justificada’ bajo la absurda creencia de los
verdugos de que eran de su propiedad, como lo eran sus mujeres. Claman
todas ellas por un pacto de estado que contabilice «de manera real»
cuántas son las víctimas reales de este tipo de violencia, y no solo las
asesinadas por sus parejas y exparejas (actualmente los hijos
asesinados no se considera violencia de género). En definitiva, estas
tres mujeres son una muestra real de un horror que continúa ocurriendo
sin importar el país, la edad o la clase social.
Tres historias reales.
Tres historias de mujeres supervivientes.
María: «Tuve la valentía de dejar a mi pareja cuando empezó a pegarle a mis hijos»
Hace tiempo que María se puso en marcha para poder escapar de la
pesadilla que fueron los años que convivió con su pareja. Sin embargo,
muchos años después de aquello, ni ella ni sus dos hijos han conseguido
escaparse de los recuerdos de aquella experiencia.
«Yo empecé con mi pareja cuando tenía 16 años y el 27. Era una
representación ‘de libro’ del amor romántico, y yo me sentía
completamente enamorada». De esta manera comienza su relato esta mujer
de 32 años, pero al momento matiza que todo eso era una gran mentira que
ella creyó. «Lo primero fueron los insultos, el desprecio... Pero
cuando estaba embarazada de cinco meses comenzó la auténtica pesadilla.
Empezó a pegarme de manera habitual». Esto fue cuando apenas llevaban
dos años de relación, pero antes de todo ello, su pareja ya se había
dedicado a quitarle el valor, las ideas y la voluntad. «Me separó de mi
familia y de mis amigos, de todo lo que era mío, hasta que me aisló
completamente».
María, muchas de las veces, se sentía totalmente sola, y se agarraba a
su hija como única forma de seguir adelante. La familia de él, por su
parte, tampoco ayudó. «Me decían que él era bueno, que habría tenido un
mal día y que le perdonara». «Yo era la que trabajaba y traía el
sustento a casa. Muchas veces él se llevaba el dinero y desaparecía 24
horas; cuando se lo recriminaba, comenzaban los golpes, me pedía perdón y
yo le perdonaba. Una y otra vez durante diez años de relación».
María dice que en aquel momento ella no sabía lo que era la violencia
de género, ni de que hubiera una ley que la protegía. Sin embargo, hubo
un momento en el que ella decidió que esto no podía seguir así. «El
‘click’ lo tuve cuando se vieron involucrados mis hijos, a los que mi
pareja empezó a pegarle. En ese momento no pude ir a la policía porque
me encerró con llave en casa, pero a la mañana siguiente le dije que
tenía que ir al médico por el daño que le había hecho a uno de los
niños. Yo no fui al hospital, me fui directamente a una comisaría y de
ahí a una casa de acogida durante seis meses. Ahora, cinco años después
de aquello, él ya está en prisión».
Eva: «Cuando entró la policía a casa estaba atada a la cama desnuda»
Eva ha elegido por sí misma el nombre falso para el artículo. Pero lo
hace por una razón, porque era el que usaba en la clandestinidad de
principios de los 70 en su lucha de clases en Intelhorce, lugar en el
que conoció a su marido. «Al principio él era maravilloso. Le conocí en
una charla de sexualidad cuando era activista de Bandera Roja. Yo
siempre he sido muy rebelde y eso me gustó también de él».
Esto ocurría cuando ella contaba con tan solo 19 años. Después de
aquello se casaron y se fueron a vivir a Valencia, lugar en el que, poco
a poco, comenzaron los episodios de violencia. «Mi caso tiene elementos
que son muy comunes al prototipo. Me aisló de mi familia hasta el punto
en el que apenas salía de casa. Uno de los peores episodios fue cuando
tuve un aborto a causa de una paliza. Algunos siguen diciendo que un
aborto es matar a una persona, pero en aquel momento a nadie le
importaba que un feto hubiera muerto a causa de una paliza de un hombre.
Intenté ir a poner una denuncia tres veces, porque él me dejaba en la
calle y a mi me daba vergüenza».
Eva dice que en todos estos episodios no hubo ningún atenuante
relacionado con el alcohol y las drogas. «Mi sentimiento de culpa y de
que no podía hacer cosas por mí misma llegó hasta el punto de
preguntarle a él si debía llevar a mi hijo al médico. Esa misma noche me
dijo de ir al cine, y como no quise me pegó una paliza. Yo al principio
intentaba defenderme, pero después solo esperaba que acabara. Me pegaba
incluso en el pecho, en el que aún tengo lesiones».
Sin embargo, el último capítulo, quizá el peor de todos, fue el que
provocó que lo dejase finalmente. «Mi vecina llevaba dos días sin verme,
y preocupada llamó a las autoridades. Cuando la policía entró en mi
casa me encontró desnuda atada a la cama con mi hijo pequeño dando
vueltas. Había estado todo ese tiempo violándome y pegándome. Cuando se
lo llevaban preso, me lanzó un cuchillo que me dio en la nariz y del que
aún guardo una cicatriz. A partir de ahí tuve un juicio con un abogado
al que tuve que pagarle de la única manera que podía, porque yo no tenía
dinero. Finalmente me volví a Málaga con mi hijo».
De esto hace 30 años, pero Eva ha tenido que volver a mirar a la cara
a su torturador en más de una ocasión, como en la boda de su hijo. «La
última vez que hablé con él fue por teléfono. Me dijo que antes de morir
él me iba a matar, pero yo no tengo miedo; no lo voy a tener más».
Carmen: «Mi marido quemó mi casa y la de mis padres cuandole dije que me separaba»
Creyó, con tan solo 17 años, que había tenido mucha suerte. El chico
«malote», el guapo del grupo, se había fijado en ella, una chica con
muchos complejos. Sin embargo, cuando apenas llevaban unos meses, el
primer rasgo de violencia machista apareció en su relación. «Era sobre
todo desprecio, él me despreciaba hasta el punto de decirme que le
gustaba tener una novia como yo, porque sabía que ningún otro hombre se
fijaría en mí». Sin embargo, el trabajo como militar de él durante un
tiempo, una vez que ya estaban casados, hizo que los hechos violentos no
empezaran a aparecer hasta unos años más tarde. «Mi padre le consiguió
un trabajo con él, pero a partir de ahí las cosas fueron a peor. No
podía venir nadie a casa, ni siquiera mis padres. A partir de las seis
de la tarde no podía salir a la calle, como si hubiera un toque de queda
en casa».
Un tiempo después de que esta situación fuera el día a día habitual,
Carmen se quedó embarazada y tuvo un hijo, mientras los golpes iban y
venían casi a diario. «Mi marido y yo vivíamos en un terreno que era de
mis padres, donde nos habíamos hecho una casa. Cuando mi niño tenía
siete meses y después de un montón de tiempo sin verles, mi padre
apareció en casa para poder verlo. Mi marido no dijo nada, pero cuando
nos quedamos solos metió a mi hijo en un baño de agua helada para
‘desinfectarle’ porque mi padre le había tocado. Ese mismo día le dije
que quería separarme, y él me dijo que si lo hacía quemaría la casa y le
haría daño a mi familia».
Carmen aguantó un tiempo más, pero finalmente pudo dar el paso y dejó
a su pareja, especialmente al darse cuenta del daño que esto podría
causar a su hijo. «Pero al final él cumplió su promesa. No solo quemó mi
casa –porque era mía–, sino que hizo lo propio con la casa de mis
padres y con un coche que teníamos en común. Ya no fue solo el dolor de
que te peguen y que te ninguneen; que te desprecien, ya que él provocó
el incendio de tal manera que a los bomberos no les diera tiempo de
apagarlo». Su exmarido ya está en la cárcel, lugar desde el que espera
no pida el régimen de visitas con el hijo. Es lo único que quiere.
Asesina a su marido de un martillazo y 150 puñaladas
La homicida limpió la casa de sangre, sentó el cadáver en un sofá y lo tapó con una manta antes de ahorcarse
Los cuerpos sin vida de un matrimonio que
reside cerca de la plaza del Pumarejo, en la calle Eustaquio Barrón,
fueron encontrados este martes por la tarde por una de las hijas de la
pareja en el interior de su vivienda. La hipótesis más plausible y sobre
la que trabaja el grupo de Homicidios de la Policía Nacional es que la
esposa mató al marido y después se quitó la vida ahorcándose.
Una portavoz de la Policía confirmaba este miércoles que por la mañana se practicarían las autopsias a los dos cadáveres.Si bien, a tenor de las lesiones que presentaba el hombre, de 71 años, hay pocas dudas. En su cadáver se contabilizaron hasta 150 puñaladas y además presentaba un martillazo en la cabeza. Fuentes policiales señalaban que habían sido las heridas por arma blanca las causantes de la muerte.
No existen antecedentes de denuncias en la pareja por malos tratos, según indicaron las mismas fuentes. Si bien, la asesina dejó escrito en una nota que su marido le maltrataba y que por eso había decidido ponerle fin a su vida.
Después de cometer el crimen, la mujer ingirió varias pastillas para intentar suicidarse, lo que no logró.
Según informa la agencia EFE, tras consumar el asesinato, esta vecina del Pumarejo de 63 años se ahorcó con un pañuelo que colgó desde el marco de una puerta. Previamente había limpiado la casa de sangre, sentó el cadáver de su esposo en un sofá y lo tapó con una manta «como si estuviera durmiendo la siesta».
La Policía Nacional también encontró el cadáver del perro de la familia que también habría sido matado por la mujer de un golpe.
El juzgado en funciones de guardia se hizo cargo de las diligencias y sobre las once de la noche del martes se autorizaba el levantamiento de los cadáveres. La Policía Nacional estuvo trabajando hasta bien entrada la madrugada en la recopilación de pruebas para reconstruir los hechos. Si bien fuentes consultadas por este periódico señalan que parece poco probable que haya sorpresas que modifiquen la única hipótesis sobre la que se trabaja.
En este 2015, la estadística del Ministerio de Sanidad contabiliza tres mujeres asesinadas en la provincia de Sevilla a manos de sus parejas o exparejas. No existe un cómputo oficial para los hombres asesinados, pero a través de las noticias publicadas por los medios se sabe que el crimen del Pumarejo es el segundo en 2015 que se registra en la provincia sevillana.
El primero ocurrió en la localidad de El Cuervo, en marzo. Una vecina degolló a su marido y después se cortó las venas. Al igual que el caso conocido este miércoles, la mujer sufría un trastorno mental.
Una portavoz de la Policía confirmaba este miércoles que por la mañana se practicarían las autopsias a los dos cadáveres.Si bien, a tenor de las lesiones que presentaba el hombre, de 71 años, hay pocas dudas. En su cadáver se contabilizaron hasta 150 puñaladas y además presentaba un martillazo en la cabeza. Fuentes policiales señalaban que habían sido las heridas por arma blanca las causantes de la muerte.
No existen antecedentes de denuncias en la pareja por malos tratos, según indicaron las mismas fuentes. Si bien, la asesina dejó escrito en una nota que su marido le maltrataba y que por eso había decidido ponerle fin a su vida.
Después de cometer el crimen, la mujer ingirió varias pastillas para intentar suicidarse, lo que no logró.
Según informa la agencia EFE, tras consumar el asesinato, esta vecina del Pumarejo de 63 años se ahorcó con un pañuelo que colgó desde el marco de una puerta. Previamente había limpiado la casa de sangre, sentó el cadáver de su esposo en un sofá y lo tapó con una manta «como si estuviera durmiendo la siesta».
La Policía Nacional también encontró el cadáver del perro de la familia que también habría sido matado por la mujer de un golpe.
Antecedentes de trastorno mental
Fuentes policiales sí confirmaron que la mujer padecía algún tipo de trastorno mental que pudo influirle para cometer el crimen. La pareja vivía sola y deja dos hijas adultas, una de las cuales fue la que realizó el macabro hallazgo.El juzgado en funciones de guardia se hizo cargo de las diligencias y sobre las once de la noche del martes se autorizaba el levantamiento de los cadáveres. La Policía Nacional estuvo trabajando hasta bien entrada la madrugada en la recopilación de pruebas para reconstruir los hechos. Si bien fuentes consultadas por este periódico señalan que parece poco probable que haya sorpresas que modifiquen la única hipótesis sobre la que se trabaja.
La delegación del Gobierno confirma que este caso contará como violencia doméstica, no de géneroEl delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, confirmaba desde Cádiz que este caso no contabilizaría como violencia de género, sino como violencia doméstica. Este miércoles saltaba la noticia de la muerte de este anciano de 71 años coincidiendo con la celebración del Día Internacional de rechazo a la Violencia de Género. Una lacra social que, sin embargo, deja fuera del análisis y del estudio estadístico los hombres asesinados por sus parejas porque se consideran crímenes que no se cometen desde una concepción de superioridad de género.
En este 2015, la estadística del Ministerio de Sanidad contabiliza tres mujeres asesinadas en la provincia de Sevilla a manos de sus parejas o exparejas. No existe un cómputo oficial para los hombres asesinados, pero a través de las noticias publicadas por los medios se sabe que el crimen del Pumarejo es el segundo en 2015 que se registra en la provincia sevillana.
El primero ocurrió en la localidad de El Cuervo, en marzo. Una vecina degolló a su marido y después se cortó las venas. Al igual que el caso conocido este miércoles, la mujer sufría un trastorno mental.
“Nadie habla de los 30 hombres que murieron a manos de sus mujeres”
El hombre maltratado también existe. No es ni un concepto nuevo ni un símbolo ni la nueva peor moda
Según explicó José Ignacio a El Confidencial, su ex mujer lo anuló durante años. Y el daño no fue sólo psicológico, sino también físico. Lo abofeteó y arañó durante su matrimonio cada vez que se le antojaba. La gente le preguntaba, pero él, por vergüenza, aseguraba que todo se debía a “la fogosidad” de su esposa. “¿Crees que alguien va a creer que alguien que pesa 50 kilos puede pegar a un tío de más de 100?”, le preguntaba su mujer de forma burlesca, según narra el afectado. Ella, que responde a las siglas A.L.M., es la madre de sus dos hijos gemelos. Según José Ignacio, llegó a ponerle un cuchillo en el cuello; se acostaba con otros hombres en su propia cama “porque tú ya no me vales”, e incluso amenazó con arrojar a uno de sus hijos al vacío desde la ventana para retener a su pareja en casa. “Me decía: Si cruzas esa puerta, tiro al niño y después me arrojo yo”. Lo último, fingir una paliza para denunciarlo por malos tratos. “Si renuncias al piso y me das el dinero que te pido, te quito la denuncia”. El acosado era él, pero ¿quién le iba a creer?
¿Dónde están ellos? ¿Por qué no hay asociaciones que les apoyen cuando se sienten avergonzados? ¿Por qué el 016 les cuelga el teléfono porque solo atienden a mujeres?
El hombre maltratado también existe. No es ni un concepto nuevo ni un símbolo ni la nueva peor moda. “Nacho es sólo un ejemplo”, asegura el juez Francisco Serrano. “Hay muchos inocentes encarcelados porque sus mujeres los denunciaron falsamente”. Serrano escupe indignación cuando habla de la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género. Quien lea sus declaraciones quizá lo tache de juez machista, pero en su currículum destaca ser el primer magistrado en firmar una orden de alejamiento. En 2001, cuando la ley de Violencia de Género no estaba ni pensada, recibió el premio Amuvis por defender a la mujer maltratada.
Falsa violencia machista
La batalla actual de Serrano, el juez titular del Juzgado de Familia número 7 de Sevilla, es muy simple: lucha para que las mujeres que quieran divorciarse no usen las ventajas que esta ley les ofrece para obtener beneficios de una manera injusta. “Denuncio una realidad silenciada: la falsa violencia machista”, sentencia. Serrano habla de la ley como una hecha a la medida de un gobierno que no ha querido mantener un concepto de violencia familiar que englobara todos los maltratos que se da en un hogar, sin distinguir según el sexo de la víctima. ¿Por qué las muertes de mujeres sí cuentan, y las de hombres no?
Vídeo: Estereotipos sexistas, un reto pendiente
Serrano asegura que el Ministerio del Interior anotaba el número de asesinadas y el de asesinados hasta 2006. Las estadísticas oficiales informaban de que en 2002 55 mujeres murieron a manos de sus maridos y 16 acabaron con la vida de sus maridos o ex parejas. En 2003 murieron por la misma causa 65 mujeres y 13 varones; 2004: 61 versus 9; 53 en 2005 frente a 15 hombres; en 2006, 54 mujeres y 12 hombres. Con estas cifras, se puede afirmar que muere un hombre a manos de sus mujeres por cada cinco mujeres asesinadas. ¿Dónde están ellos? ¿Por qué no hay asociaciones que les apoyen cuando se sienten avergonzados? ¿Por qué no tienen ninguna institución que los ampare y el 016 les cuelga el teléfono “porque sólo atendemos a mujeres?” (algo que ya corroboró un periodista de ‘El Confidencial’ haciéndose pasar por un hombre maltratado).
Por más que lo haya preguntado, a Serrano nadie le ha contestado todavía por qué se dejó de divulgar desde 2007 las cifras de hombres muertos por agresiones de sus cónyuges. “El año pasado más de 30 hombres murieron a manos de sus mujeres. Este año ya van cinco. Pero no busquen en los organismos oficiales, porque de esto no interesa informar”. Aunque la violencia en el ámbito familiar está prevista en el Código Penal español, existe una corriente social que pretende reducir el término violencia a la que ejercen los hombres y padecen las mujeres, negando así cualquier opción a que la situación sea distinta. “Por eso esta ley es inconstitucional, porque la Constitución dice que todos los españoles somos iguales ante la ley. No distingue entre sexos”.Serrano habla también del principio de igualdad y de la presunción de inocencia al que todos los seres humanos tienen derecho mientras no se demuestre lo contrario. “Aquí se deja en libertad no por inocente, sino porque no se ha demostrado que sea culpable”, insiste Serrano.
El magistrado sigue acumulando cifras: “Tampoco les interesa airear que algunos de los 3.716 varones que se suicidaron en 2006 (frente a las 2.653 mujeres) lo hicieron por el efecto adverso de esta ley, discriminatoria tanto para ellos como para ellas”. Serrano quería comprobar cuántos de estos se arrojaron al vacío cuando estaban en crisis o en proceso de separación de sus parejas. Pero los organismos oficiales decidieron quitar el estado civil de los suicidas a partir de 2007. Desde entonces, se divulgan las cifras de violencia contra las mujeres en el registro abierto en la web del Ministerio de Sanidad. Por eso Serrano insiste en que una gran parte de los suicidios de varones entre 30 y 60 años se debe al trauma que causa el “trato discriminatorio que sufren en el proceso de separación”.
Una discriminación “incomprensible”
Víctor Fernández es abogado de Patón & Asociados, el primer bufete español especializado en violencia machista. Como única estadística rigurosa sobre este problema se refiere al 25,6% de víctimas mortales de hombres registradas en España en manos de sus parejas, según datos del CGPJ. Con los datos de Serrano, en 2009 el porcentaje aumentó considerablemente. Fernández coincide con su colega Serrano en que la ley es un “disparate”. “Establecer una diferencia jurídica entre hombres y mujeres en 2010 es incomprensible”. No pone en duda que la mujer maltratada debe ser protegida, pero sí culpa al gobierno de que los hombres no cuenten con ninguna institución que les ampare.La mayor parte de los casos archivados en el registro de violencia de género son, para Serrano, conflictos entre iguales en el combate de cualquier separación. La diferencia entre el dato del juez de Sevilla de que el 86% de las denuncias de maltrato no responden a situaciones reales de violencia y la cifra del Gobierno, que considera falsas el 0,4% de las denuncias es abismal. Para demostrar la “visión distorsionada del maltrato”, Serrano pone como ejemplo al juzgado de Violencia de Género de Sevilla. En 2008, la Fiscalía Superior de Andalucía recogió 9.814 procedimientos. De ellas se emitieron 1.010 sentencias: “395 condenatorias, 412 absoluciones y 203 condenas de conformidad”. El 90% de las denuncias se archivaron o acabaron en absolución, como el caso de Nacho.
"Miedo a la denuncia"
Nacho, el maltratado denunciado, siente que “todos los hombres casados o en una relación estamos en el mundo bajo una libertad condicional que te quitan cuando tu mujer te denuncia y te mete en el calabozo, privándote de todo”. Es lo que Serrano denomina holocausto social: “Miles de hombres son encarcelados cada año con una mera denuncia”. Es lo que en Derecho se denomina derecho de autor: “Se te condena por ser hombre, no por los hechos cometidos. Y si se demuestra que ella ha denunciado falsamente, no pasa nada”.A.L.M. no pudo demostrar que su marido le había pegado de la manera que ella decía ni ninguna otra. Nacho se sentó en el banquillo de los acusados sin ser consciente siquiera de que el maltratado era él. Esta misma semana le han absuelto, pero no por ser inocente, sino porque no se pudo comprobar que era culpable. Al levantar la orden de alejamiento, Nacho ha podido entrar de nuevo en casa de sus padres. “Ella vive ahí, en esa ventana están durmiendo ahora mismo mis hijos”, reconoce con cierta ironía. La ley se muestra como un arma cargada, que en las manos equivocadas puede convertir la vida de un buen hombre en un calvario. Con la ley de violencia de género en la mano, ni ellas son tantas ni ellos, tan pocos. Nacho ha decidido abandonar la vía legal aunque desea fuertemente que se conozca su caso. Este periódico le acompañó en el preciso momento en el que después de un año, volvió a su barrio, por unos meses prohibido. Ahora está rehaciendo su vida con una nueva chica, con ilusión y cierto desarreglo. Reconoce tener miedo, que casi es pánico, a que una nueva denuncia le haga revivir de nuevo el calvario.
Francisco
Serrano _ Juez de Familia 7 de Sevilla y escritor
Francisco
Serrano. ABC
M.J.P.
SEVILLA N
Actualizado
Lunes , 23-11-09 a las 18 : 36
Si
por algo se caracteriza Francisco Serrano es por ser franco y directo
en sus declaraciones, algunas de las cuales han provo«cado
urticaria entre políticos, jueces, abogados y colectivos feministas.
El
juez de Familia 7 de Sevilla cree que «hay un 10% de denuncias de
maltrato que sí son reales» y «lo que nos tiene que preocupar
—dice— es ese maltrato solapado de mujeres que no se atreven a
denunciar, que acuden al juzgado de Familia para separarse, pero no
al de Violencia de Género. Son señoras maltratadas que no quieren
denunciar porque tienen miedo, ya que están en una situación de
desigualdad respecto a sus parejas. El sistema no les da confianza
porque no es lo mismo proteger a cien mujeres que proteger a las diez
o quince que realmente están en situación de maltrato».
Serrano
ha iniciado una batalla en defensa de los hombres en la política de
violencia de género. «Dicen que no hay estigmatización del hombre,
pero contaré un caso que ilustra lo contrario: un ecuatoriano es
denunciado por malos tratos y se le detiene inmediatamente. Se le
juzga y absuelve porque los hechos no están acreditados. Ese
ecuatoriano pidió la nacionalidad, pero se le denegó con el
argumento de que había participado en un maltrato... aunque fue
absuelto». De igual forma, recuerda que «si un padre pide la
custodia compartida, como haya una denuncia admitida de maltrato no
se le da, aunque después sea archivada. ¿No puede ser eso maltrato
institucional?».
«Como
es políticamente incorrecto decir que hay denuncias falsas, al
hombre que se le absuelve en estos procesos, el 70% de los casos, se
le dice que no es que sea inocente, sino que no se ha podido probar
su culpabilidad», protesta este juez.
«Para
que haya maltratado tiene que haber una relación de miedo, de
anulación de voluntad, de dependencia afectiva y emocional, donde el
maltratador es el dominador, el que genera esa situación. En más
del 80% de las denuncias —afirma— no se cumplen esos requisitos,
simplemente hay conflictividad propia de la relación de pareja».
Asimismo,
protesta porque «la Ley dice que toda mujer, por el hecho de ser
mujer, está en una situación de desigualdad, inferioridad, sumisión
respecto a su pareja, lo cual es mentira. Partimos de una ideología
falsa de discriminación de la mujer por el hecho de ser mujer».
«Van
52 mujeres muertas a manos de sus parejas en 2009. ¿Cuántos hombres
han sido asesinados por sus parejas este año? Más de 30 y de eso
nadie se entera. ¿No es eso violencia de género? Hasta ahora,
cuando una mujer era asesinada por su pareja se decía que “algo
habría hecho ella”. Ahora, cuando un hombre es asesinado por una
mujer se dice que “seguro que se lo merecía”o que lo había
hecho en legítima defensa».
Serrano
va más allá al decir que «hasta el año 2006 había una
estadística de más de 630 hombres que habían suidado cuando
estaban en una situación de crisis de pareja. El INE dejó de
publicar esa estadística porque cantaba mucho la gallina».
Por
más que lo haya preguntado, a Serrano nadie le ha contestado todavía
por qué se dejó de divulgar desde 2007 las cifras de hombres
muertos por agresiones de sus cónyuges. “El año pasado más de
30 hombres murieron a manos de sus mujeres. Este año ya van cinco.
Pero no busquen en los organismos oficiales, porque de esto no
interesa informar”. Aunque la violencia en el ámbito familiar está
prevista en el Código Penal español, existe una corriente social
que pretende reducir el término violencia a la que ejercen los
hombres y padecen las mujeres, negando así cualquier opción a que
la situación sea distinta. “Por eso esta ley es
inconstitucional, porque la Constitución dice que todos los
españoles somos iguales ante la ley. No distingue entre sexos”.
Serrano
habla también del principio de igualdad y de la presunción de
inocencia al que todos los seres humanos tienen derecho mientras no
se demuestre lo contrario. “Aquí se deja en libertad no por
inocente, sino porque no se ha demostrado que sea culpable”,
insiste Serrano.
El
magistrado sigue acumulando cifras: “Tampoco les interesa airear
que algunos de los 3.716 varones que se suicidaron en 2006
(frente a las 2.653 mujeres) lo hicieron por el efecto adverso de
esta ley, discriminatoria tanto para ellos como para ellas”.
Serrano quería comprobar cuántos de estos se arrojaron al vacío
cuando estaban en crisis o en proceso de separación de sus parejas.
Pero los organismos oficiales decidieron quitar el estado civil de
los suicidas a partir de 2007. Desde entonces, se divulgan las cifras
de violencia contra las mujeres en el registro abierto en la web del
Ministerio de Sanidad. Por eso Serrano insiste en que una gran parte
de los suicidios de varones entre 30 y 60 años se debe al trauma que
causa el “trato discriminatorio que sufren en el proceso de
separación”.
Una
discriminación “incomprensible”
Víctor
Fernández
es abogado de Patón & Asociados, el primer bufete español
especializado en violencia
machista.
Como única estadística rigurosa sobre este problema se refiere al
25,6% de víctimas mortales de hombres registradas en España
en manos de sus parejas, según datos del CGPJ. Con los datos de
Serrano, en 2009 el porcentaje aumentó considerablemente. Fernández
coincide con su colega Serrano en que la ley es un “disparate”.
“Establecer una diferencia jurídica entre hombres y mujeres en
2010 es incomprensible”. No pone en duda que la mujer maltratada
debe ser protegida, pero sí culpa al gobierno de que los hombres no
cuenten con ninguna institución que les ampare.
La
mayor parte de los casos archivados en el registro de violencia de
género son, para Serrano, conflictos entre iguales en el combate de
cualquier separación. La diferencia entre el dato del juez de
Sevilla de que el 86% de las denuncias de maltrato no responden a
situaciones reales de violencia y la cifra del Gobierno, que
considera falsas el 0,4% de las denuncias es abismal. Para demostrar
la “visión distorsionada del maltrato”, Serrano pone como
ejemplo al juzgado de Violencia de Género de Sevilla. En 2008, la
Fiscalía Superior de Andalucía recogió 9.814 procedimientos. De
ellas se emitieron 1.010 sentencias: “395 condenatorias, 412
absoluciones y 203 condenas de conformidad”. El 90% de las
denuncias se archivaron o acabaron en absolución, como el caso de
Nacho
"Miedo
a la denuncia"
Nacho,
el maltratado denunciado, siente que “todos los hombres casados o
en una relación estamos en el mundo bajo una libertad condicional
que te quitan cuando tu mujer te denuncia y te mete en el calabozo,
privándote de todo”. Es lo que Serrano denomina holocausto social:
“Miles de hombres son encarcelados cada año con una mera
denuncia”. Es lo que en Derecho se denomina derecho de autor: “Se
te condena por ser hombre, no por los hechos cometidos. Y si se
demuestra que ella ha denunciado falsamente, no
A
la mujer tampoco se le protege por ser víctima, sino por ser mujer.
Según los datos que publica el Ministerio de Igualdad, en 2009
fueron 55 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas,
un 27,6% menos que el anterior. El dato que llama la atención es que
el 74,5% no había puesto denuncia previa. “Desgraciadamente las
verdaderas víctimas del maltrato, las que se esconden para que
nadie le vea ojo morado, siguen en sus casas con un miedo terrorífico
a denunciar, por si su agresor la mata. A ésas son a las que
debe amparar la ley”.
Ley de violencia
de género ¿Una contradicción
a la Constitucion Española?
Domingo.12
de enero de 2014 1651 visitas -
José
Ignacio Francés Sánchez, Director Jurídico IFS Abogados.
Desde el inicio de
la creación de esta ley, una nube gris dejaba entrever entre el
profesional cercano al derecho una sensación de diferencia con el
resto de las leyes.
Algo que en
principio prometían sería una solución para la mujer desprotegida,
dio paso a una defensa a la mujer desamparada que es maltratada, pero
también a un arma ilegal e inconstitucional que contradecía 3
pilares fundamentales de nuestra constitución española, cuando se
realiza la denuncia falsamente: el derecho a la igualdad, el derecho
a un juicio justo y el derecho a la presunción de inocencia.
Analicemos estos 3
puntos y descubramos el problema de una ley mal aplicada.
El artículo
14
de la constitución española dice textualmente:
“Los españoles
son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza,
sexo,
religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social.”
Si analizamos este
punto y realizamos una comparación entre la denuncia presentada por
el hombre y la mujer, esta ley es literalmente contradictoria con el
artículo en cuestión, y para salir de dudas, pongamos un ejemplo
real de los cientos que podríamos incluir y que este letrado conoce
en primera persona: “una discusión entre una pareja en la que se
insultan mutuamente, amenazándose igualmente ambas partes con
agresiones futuras, incluso agrediéndose levemente (por leve podemos
hablar de un empujón, insistiendo en que rechazamos cualquier tipo
de acción que no sea el dialogo)”. Debemos dejar claro que en este
momento de la situación son denuncias y no hechos probados”.
De ambas denuncias
presentadas y a diferencia de lo que dice el artículo 14 de la
constitución se deduce justo lo contrario, pues deberían seguir un
mismo camino según el derecho a la igualdad, pero nada más lejos de
la realidad o de la constitución
· En el caso de
la denuncia interpuesta por el hombre,
esta se dirigirá a un juzgado de instrucción que dará origen a un
juicio de falta, de hecho, quizás la policía llame a declarar a la
denunciada a comisaría y volverá a su casa tranquilamente, hasta el
día del juicio, dando igual el que se hayan aportado pruebas que en
principio parezcan irrefutables”
· En el caso de
la denuncia interpuesta por la mujer,
derivará en la detención automática del hombre, da igual donde
esté, su trabajo (con la repercusión de su imagen dañada, en un
bar o en un parque con sus hijos), será esposado, trasladado a
dependencias policiales y obligado a pasar la noche en calabozos, sea
inocente o culpable. Así mismo darán igual las pruebas que
presente, si las presenta, pues no son preceptivas; el resultado, la
encarcelación.
Principios
fundamentales vulnerados en esta primera actuación.
Art.14
de la Constitución Española “el derecho a la igualdad” no se
aplica la ley de la misma forma a él que a ella.
Art 17.1
de la Constitución Española “el derecho a la libertad” pues no
hace falta más que una simple declaración sin prueba para encerrar
al hombre, da igual la palabra utilizada, encerrar, detener, retener,
al fin y al cabo es lo mismo, estás entre rejas con otros detenidos
que sí pueden ser delincuentes.
Art. 167 del
Código Penal. Pues no es ni la primera, ni la segunda vez que este
letrado se ha encontrado en comisaria con un video de lo ocurrido
donde se comprobaba la falsedad de la denuncia y el detenido ha
seguido pasando la noche en calabozos.
Art. 24
de la Constitución Española, derecho a la tutela judicial y a la
presunción de inocencia.
Por lo tanto y en
una fase inicial de la denuncia en la que se aplica la ley de
violencia de género, se infringen 3 artículos fundamentales de la
constitución Española y un artículo del Código Penal.
Se habla de la
fuerza física del hombre ante situaciones de violencia de género
para evitar daños mayores, pero de esa forma y si se aplica esta
máxima, ¿nos da a entender este sistema que no somos iguales ante
la ley, que no tenemos el mismo derecho? ¿debería entonces
erradicarse el artículo 14, el derecho a la igualdad, algo por lo
que tanto se ha luchado?
Evidentemente no. En
opinión de este letrado, el principal fallo de la ley es el
automatismo, una denuncia de cualquier causa nunca puede implicar un
ingreso automático en calabozos, es una barbaridad jurídica e
inconstitucional, debe realizarse un estudio en el acto de la
situación para tomar una decisión así, valoración de las pruebas,
parte médico, testigo en el acto, antiguas denuncias, algo que dé a
entender el motivo del ingreso en calabozos, ¿o es más beneficioso
para el sistema el que un inocente pase la noche encerrado?, multitud
de veces ha oído este letrado, ” es evidente que no ha hecho nada,
pero ¿ y si lo dejamos en libertad y hace …?” , esto deja sin
argumentos a un estado de derecho, pero profundicemos más en el
estudio y pasemos a la siguiente fase:
Una vez que se
realiza la denuncia y pasa el primer día, las denuncias siguen
cauces distintos:
En el caso de la
denuncia interpuesta por el hombre se realiza un juicio de faltas y
podrán aplicarse si así se demuestra que ha ocurrido, las
siguientes penas a la denunciada:
Art. 617 del
código Penal
1. El que, por
cualquier medio o procedimiento, causara a otro una lesión no
definida como delito en este Código será castigado con la
pena de localización permanente de seis a 12 días o multa de uno a
dos meses.
2. El que golpeare o
maltratare de obra a otro sin causarle lesión será castigado con la
pena de localización permanente de dos a seis días o multa de 10 a
30 días.
En el caso de la
denuncia presentada por la mujer, nos encontramos en primer lugar con
una acusación prácticamente automática de fiscalía, en ocasiones
recibiendo el mismo escrito de acusación a la vez que declara el
denunciado ¿cómo puede acusarse sin oír al mismo? ¿Qué garantía
legal hay?¿ qué obligación tiene el ministerio fiscal? . Una vez
oído el denunciado, por un empujón sin parte médico, ni testigos,
ni fotos, ni indicios, podemos encontrarnos con una solicitud de pena
de prisión de 9 meses a 2 años de media.
Principios
fundamentales vulnerados en esta segunda actuación.
Art. 14
de la Constitución Española: por el mismo hecho, siendo hombre y si
se demuestra, te enfrentas a una pena de hasta un año de prisión o
más, mientras que siendo mujer, a una multa que habitualmente no
supera los 150 euros o a una localización permanente que
habitualmente puede realizarse los fines de semana en tu casa.
Art. 24
de la Constitución Española: El derecho a un juicio con todas las
garantías, pues si no tienes testigos de lo que ha ocurrido,
difícilmente puedes demostrar algo que no ha ocurrido, salvo con tu
palabra, por el contrario en este procedimiento, el miedo a que
realmente ocurra algo de lo denunciado, desde nuestra perspectiva
como letrados especialistas en estas causas, arma de mayor fuerza a
la denuncia presentada por la mujer, con lo cual el hombre tiene
predeterminada una sentencia con antelación a la celebración del
procedimiento.
Art. 24.2
de la Constitución Española: La carga de la prueba recae en el
procedimiento penal sobre el denunciante, y esta carga puede
consistir en pruebas o indicios racionales. A diferencia de lo que
dicta nuestro ordenamiento, la carga de la prueba en la denuncia de
la mujer hacia su ex pareja, pareja… Recae sobre el denunciado. De
tal forma que si no hay testigos ni pruebas ¿cómo puede demostrar
el denunciado que no ha ocurrido lo que no ha ocurrido? Simplemente
no puedes, y es lo que recibe el nombre de prueba diabólica.
Otros ejemplos
pueden ser los insultos y amenazas, que en el caso de la denuncia
interpuestas por el hombre llevan aparejada penas de multas de 10 a
20 días según el artículo 620.2 sanciones económicas leves.
Y en las denuncias
presentadas por la mujer, penas de 6 meses a 3 años de prisión
(artículo 173), conllevando igualmente ordenes de alejamientos de 1
a 5 años y la incapacidad para ejercer la guardia de los hijos
comunes, al ser considerado un delito de violencia de género. En
principio no creo que fuera negativo erradicar el automatismo tanto
en la acusación automática por parte de la fiscalía, como en la
detención e ingreso en calabozos, salvo que se aprecien indicios
reales, pues no es la primera vez que demostrándose con video lo
ocurrido ante comisaría han seguido manteniendo en calabozos al
inocente, es decir una detención ilegal por parte de los cuerpos de
seguridad del estado que tiene una pena superior a dos años. El
objetivo de una ley debe ser siempre el perseguir al delincuente,
aunque asegurando no aplicar penas judiciales a inocentes.
Saquen sus propias
conclusiones.
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